ENCIERRO VOLUNTARIO

Tres días sin salir de casa ni para comprar tabaco.

Maravilloso y sublime.

Pero todo lo bueno se acaba y ahora estoy armándome de valor para afeitarme, vestirme y salir a cenar con mis padres, de mala gana pero hay que hacer algo para que se les pase el cabreo del otro día.

He dormido mucho, he leído, he visto dos películas, he ordenado mi ordenador, la habitación, mis papeles, he navegado mucho por internet, pero el principal objetivo no lo he cumplido.

No he logrado aburrirme.

Casi lo consigo el primer día con una sensación similar, pero era desgana, abatimiento y cansancio más bien moral que físico, pero nada, he insistido y no he logrado aburrirme.

Le estoy cogiendo gusto muy rápido a esto de estar parado, es una delicia. Lo único malo es que tengo mucho tiempo para pensar y mis desvarios mentales a ningún buen puerto llegan.

Ahora estaba haciendo una lista de las cosas que quiero hacer esta semana que en teoría no tengo nada que hacer y me he parado en la 87, ya me parecían muchas, pero voy a poner las cuatro primeras para hacerse una idea:

1. Acabar el libro que tengo entre manos. (20 páginas está chupado, de esta noche no pasa)

2. Ver todas las fotos de las vacaciones de Londres y seleccionar las 50 mejores.

3. Lavar el coche.

4. Ir a visitar la huerta a ver cómo está.

5. Contestar todas las llamadas perdidas del móvil.

Había dicho cuatro, pero me acabo de dar cuenta que esta última debería estar la primera o mejor aún, quitarla de la lista llamando ya.

Lo dicho, que estoy disfrutando como un enano de no hacer casi nada y de descansar sin otro fin que el propiamente dicho, descansar.